Está bien respetar a los animales, darles un trato digno, no hacerles sufrir y todas esas cosas. Pero de ahí a equipararles a los seres humanos media un abismo: como he leído hace poco, si se les conceden derechos también han de imponérseles obligaciones.
Dentro de la defensa de
los animales hay dos grupos: los verdaderos ecologistas y los que podríamos
llamar ecolojetas, que otros llaman ecologistas sandía (verdes
por fuera y rojos por dentro), que lo más que se han acercado al campo es
cuando asisten a un partido de fútbol (y eso, si van).
Hace mes y medio saltó
la noticia de que Thomas Müller, jugador del Bayern de Múnich, y su esposa
Lisa, habían ido acusados por la organización PETA (People for Ethic
Treatmen to Animals, es decir, Personas por el Trato Ético a los
Aninales… ¿PTEA?) de obligar a sus caballos a realizar actos sexuales antinaturales
para obtener beneficio económico. Estos actos consistían en obtener dosis de
semen de caballo que venderían congelado por una media de doscientos euros la
dosis.
Por lo tanto, para esta ¿gente? la reproducción asistida, o la masturbación, también serían actos antinaturales, ¿no? Por no hablar, como he leído en un comentario, de que alguno podría tomarles por NoCHefobos…
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