Los políticos españoles en general, y los de izquierdas en particular, tienen más boca que cerebro (eso, suponiendo que tengan algo bajo la bóveda craneana que no sea el vacío más absoluto, o un saco de mierda). Por lo tanto, es bastante fácil que metan la pata.
Tomemos el caso de la marquesa
de Villatinaja, antaño la calientacamas del Chepas y hoy no
se sabe qué. Hace un mes alardeó de que el desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer gastaría en políticas de igualdad la
cifra de veinte mil trescientos millones de euros. Naturalmente, la cifra había
que matizarla, aunque ella se cuidó muy mucho de hacerlo.
Y había que matizarla
porque el consejo de ninistros -ni ellos son tan rematadamente estúpidos…
creo… espero- no pensaba gastar semejante dineral en políticas de igualdad,
sino en políticas con un componente de igualdad. Es decir, que dentro de esa
millonada iba incluida prácticamente cualquier cosa que se hiciera, supongo,
con la llamada perspectiva de género; o sea, y siendo como es esta
gente, prácticamente todo.
Naturalmente, Isabel
Díaz-Ayuso -esa sí tiene algo entre las orejas, aunque sea sólo criterio a la
hora de elegir asesores- estuvo al quite, y sugirió destinar los veinte mil
millones del ninisterio de Desigualdad a ayudar a las familias, afectadas por la subida de precios. Ante esa tesitura, ¿qué podía hacer el gobierno? O
bien enrocarse y confirmar que esa millonada iba destinada a políticas de
igualdad, o bien decir la verdad y reconocer que Montera había hecho una
pura declaración propagandística, preciosa -para según qué ojos, claro- por
fuera y absolutamente vacía por dentro. Dijeran lo que dijesen, la cagaban.
Y, de un modo implícito, admitieron al responder a la presidente madrileña -que se trataba de políticas de igualdad de forma transversal que están desplegadas en diversos ministerios-que la antaño cajera de gran superficie había vendido humo con su plan de veinte millardos de euros.
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