La frase que da título a esta entrada fue la idea que pasó por mi mente al leer el titular de que El código ético del PSOE impide a los cargos públicos del partido apoyar la petición de indulto de Griñán.
Dejando aparte el
contrasentido que supone hablar de código ético de una formación
política que ha demostrado, desde su nacimiento y sin solución de continuidad,
una absoluta falta de escrúpulos, de ética y hasta de estética, el simple hecho
de que un socialista español afirme que va a hacer algo, o dejar de hacerlo,
implica que sucederá exactamente lo contrario de lo afirmado.
Y así ha sido, porque
entre las cuatro mil personas que han firmado la solicitud de indulto para el
condenado ex presidente del partido y de la región –dejando aparte a los
políticos de izquierdas, algunas nada sorprendentes, como el que fuera pésimo
seleccionador nacional de fútbol (a pesar de los resultados); otras,
verdaderamente sorprendentes (para mí, al menos), como probablemente el mejor
director español de cine vivo- se encuentra la que fuera presidente del consejo
regional del gobierno andaluz, que actualmente es senadora. Y, hasta que no se
demuestre lo contrario, un senador es un cargo público; y una senadora, además
(al menos esta), una carga pública.
En cuanto a mí, quizá sea duro, pero la avanzada edad del sujeto no me inspira ninguna compasión, ni me mueve a misericordia. Que le conmuten, quizá, la pena de prisión por reclusión en su domicilio, pero que cumpla la condena. Como todos los demás condenados por (este sí) el mayor caso de corrupción de la democracia, por usar una expresión tan del agrado del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer.
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