En un mundo ideal, los organismos públicos deberían ofrecer más garantías de imparcialidad que los privados, puesto que no estarían sujetos a intereses particulares.
Pero, desgraciadamente,
no vivimos en un mundo ideal, sino en éste. Y en el mundo en que vivimos, los
organismos públicos responden, o suelen responder, al interés particular de
quien puso a la persona que lo dirige. Siempre hay excepciones, claro, pero no
suelen durar mucho, porque el poder político abomina de aquellos que tienen
criterio propio, y prefiere seguidores dóciles.
Es por ello que acogí con
escepticismo la noticia de que el CIS catalán pronosticaba el ascenso del PP y una caída de Vox en las próximas elecciones regionales. Indudablemente,
eso sería lo que convendría a ierreceos, jotaporcatos, Clicks
Unidos de Playmobil y demás patulea secesionista, dado que los del charrán son
más proclives al pasteleo, habida cuenta de su maricomplejinismo,
mientras que los de Vox suelen, al menos de momento, decir las del barquero y
no chalanear.
En cualquier caso, la única encuesta válida es la de las urnas, así que tocaría esperar.
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