Dice el artículo 1.2 de la Constitución española que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. Dicho más claro, en España mandan los españoles.
Por otra parte, el artículo 6 de nuestra norma suprema comienza diciendo que los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política.
Es decir, que como no podemos andar consultando a
los cuarenta y pico millones de españoles cada vez que haya que tomar una
decisión, elegimos unos representantes para que sean los que manifiesten la
voluntad general. Pero, en teoría, seguirían siendo los españoles, si bien de forma
mediata, los que decidieran sobre España.
Pues no. Algo debe tener
el moro gurrumino sobre, o contra, el psicópata de La Moncloa, para que no sea
el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer el que tome
las decisiones que afectan a los españoles. Al parecer, algunas de ellas se
toman al lado del estrecho de Gibraltar, ya que todo indica que Sin Vocales
aparcó el Midcat tras recibir la advertencia del comendador de los
creyentes por intentar recuperar el gas argelino.
Y mientras, los españoles pagando las consecuencias.
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