Cuando un político español, y más si es de izquierdas, proclama una cosa, uno puede estar bastante seguro de que la realidad es precisa y absolutamente la diametralmente opuesta… y no hablemos ya de las consecuencias.
Si dice que su interés
es proteger a las mujeres, lo más probable es que los violadores vean reducidas
sus penas. Si dice que Rusia es lo peor de lo peor, lo más factible es que
aumenten las compras de gas al país más extenso del mundo. Si dicen que un
cambio de postura sobre el Sáhara no afectará a nuestras relaciones con
Argelia, lo más seguro es que el vecino oriental de Marruecos nos cierre el
grifo.
Y si alguien se proclama ecologista y preocupado por el calentamiento global y el cambio climático, lo que hará es subvencionar el carbón y dejar sin apoyo a las centrales de gas de la industria.
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