En el siglo XX, los comunistas de todo el mundo volvían sus ojos hacia Moscú. En el siglo XXI, siguen haciéndolo; no porque allí gobiernen abiertamente los herederos ideológicos de los soviéticos, sino porque comparten con los jerarcas del Kremlin el odio hacia Occidente y el capitalismo.
Y comunistas son los que
integran el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer,
aunque habría que dividirlos en la minoría neocom y la mayoría criptocom.
Sólo así se explica que la Unión Europea pida a España que deje de comprar gas ruso, y que el psicópata de La Moncloa desoiga estos mensajes.
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