Sé que me repito más que el ajo, pero es que es verdad: España es lo único que los secesionistas catalanes odian más que a ellos mismos (cada grupúsculo a los demás, quiero decir). Si no existiera España, tampoco existiría el secesionismo catalán, porque las distintas facciones se habrían destrozado las unas a las otras.
Naturalmente, España no les
puede dejar hacer, manteniéndose a un lado, mirando cómo se despellejan, porque
ellos aprovecharán -están aprovechando, no con la tolerancia, sino incluso con
la anuencia del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer- para destrozar España en el ínterin.
Sin embargo, si pudiera
encerrárseles en una burbuja, el espectáculo estaría asegurado. Tomemos un
ejemplo: ahora, los que cortan el bacalao en la esquinita son los ierreceos,
mientras que los jotaporcatos no se comen un colín, ni en Figueras ni en
Waterloo. ¿Qué hacen, pues, las juventudes del partido de Cocomocho y de
la dimitida presidente de la asamblea legislativa regional? Pues tildar de traidor
y de enemigo del pueblo a la cabeza del consejo de gobierno, ese
político cuyo apellido delata los orígenes históricos de la región.
Lo dicho, para desdidimarse si no nos fuera la vida en ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario