Desde hace ya mucho tiempo me he referido al presidente del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer como el psicópata de La Moncloa. Pero, a tenor de cómo despidió el curso político justo antes de marcharse de vacaciones -¡como si se las hubiera ganado, o España pudiera permitírselas! Aunque, bien mirado, es como Italia hace unas décadas, que iba mejor cuanto menos actuaba el gobierno-, habría que añadir además, a sus otros rasgos de carácter, el de paranoico.
Porque lo que hizo fue pintar una situación de España completamente alejada de la realidad -habló de una ingente labor legislativa (si los Reales Decretos-Ley cuentan, desde luego), de un descomunal esfuerzo, de proteger a las clases medias y trabajadoras, de que si no fuera por sus medidas la inflación sería aún mayor-, para luego pasar a reprochar a la oposición -es decir, básicamente PP y Vox- el no apoyarle, y atribuyendo esta oposición a unos no desvelados intereses ocultos.
Como un cencerro, oiga.
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