Iba a empezar esta entrada diciendo Lo peor de la izquierda española es… pero es que la izquierda española tiene tantas cosas malas, al menos desde mi punto de vista -aunque admito una más que cierta predisposición por mi parte a mirarle con malos ojos-, que, la verdad sea dicha, no sé cuál considerar peor, pues todas me parecen igual de reprobables.
A lo que vamos. Una de
esas características es su absoluta falta de escrúpulos, fruto sin duda de su
rampante sectarismo. Son capaces de las mayores mezquindades sin que se les
mueva un pelo de sus miserables cejas.
Vamos a tomar el caso
del actual fiscal general del gobierno, sucesor de la manceba del juez
prevaricador, que nada más estrenarse en el cargo -o puede que incluso antes,
pues no sé exactamente cuándo tuvo lugar su toma de posesión… ni tampoco es que
me interese, la verdad sea dicha- ya empezó a dejar caer perlas como que no hay caso Miguel Ángel Blanco porque la banda terrorista de ultraizquierda fue
derrotada.
Es difícil concentrar
mayor mendacidad -que, dicho sea de paso, no sé exactamente qué es, salvo que
es algo indudablemente reprobable- en menos palabras. Ni es cierto que los de
la capucha y la boina fueron derrotados -al contrario, ganaron, y cada vez está
más claro para aquel que tenga ojos para percibirlo-, ni ello supondría en
ningún caso la absolución de los criminales.
Por esa regla de tres, todos los miembros del partido nacionalsocialista -ideología, no conviene olvidarlo, de izquierdas, por más que les joda a los de izquierdas, que les jode y mucho- podrían haberse ido de rositas al finalizar la Segunda Guerra Mundial: al fin y al cabo, el Tercer Reich había sido derrotado.
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