Una de las cosas que nos dejó claras Tywyn Lannister es que cualquier hombre que tiene que decir, yo soy el rey, no es un verdadero rey.
Y esto se aplica también a los presidentes
del gobierno. El psicópata de La Moncloa se pasa el rato diciendo que él es el
que manda, y buscando continuamente ningunear a Su Majestad el Rey don Felipe
VI, a quien Dios guarde muchos años.
Pero cuando se encuentra con un
verdadero autócrata, queda en evidencia. Porque hasta Mohamed VI, que parecía
no ser capaz de llegar a los talones de las babuchas de su padre, ha demostrado
comprender mucho mejor la mecánica y el ejercicio del verdadero poder.
Y así, en el reciente viaje a
Marruecos de medio desgonbierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer -la mitad de la mano y el capullo-, el comendador de los creyentes se permitió
plantar a Sin Vocales y obligarle a volver en otra ocasión a Rabat si quiere ser recibido. Y el desaire lo hizo por llamada telefónica y a sólo unas
horas del comienzo de la cumbre.
Y como entre todo el gabinete no
juntan media neurona, el ninistro de Asuntos Exteriores no sabía cómo salir del atolladero y cometió la torpeza de decir, delante de los micrófonos,
que hablaría en off a partir de determinado momento.
Lo que provocó, naturalmente, la airada sorpresa de los periodistas.