Desde hace mucho tiempo -prácticamente dos décadas, al comienzo del rodrigato-, España es, a efectos prácticos, irrelevante en Europa. Servil con los poderosos, amiga de los enemigos de la civilización occidental, con políticos -siendo clementes y misericordiosos- mediocres y políticas delirantes, sólo el hecho apuntado por Otto von Bismarck (quizá apócrifamente) de que ni siquiera los españoles seamos capaces de acabar con España explica que sigamos existiendo como país.
Pero, sistemáticamente, los
candidatos propuestos por España para cargos de relevancia internacional son desestimados
vez tras vez, por muy resplancecientes que sean sus currículos o impresionantes
sus referencias.
Y entre esos candidatos, pocos se
han pegado bofetadas más gordas que Nadie Peludiño, que venía con la vitola
de ser una importante funcionaria de la Unión Europea y se ha visto derrotada
una y otra vez en sus (aparentes) esfuerzos por abandonar el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer.
¿La próxima? La propuesta del consejo
de ninistros de la susodicha para presidir el Banco Europeo de Inversiones. Y si ésta era la cualificada, el próximo titular de Economía nos
puede dejar para el arrastre.
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