Hay quienes me echan en cara que sólo uso las resoluciones del Tribunal Constitucional cuando me convienen (lo cual me hace, creo yo, profundamente humano, puesto que los bípedos implumes siempre barren para casa).
Pero es que un tribunal tan absolutamente
politizado como es el Constitucional, que nació dando carta de naturaleza a una
expropiación que, aunque quizá fuera necesaria, resultaba clamorosamente ilegal
e inconstitucional, no es que me merezca demasiado respeto.
Y si a eso le sumamos que ahora
tiene una mayoría sedicentemente progresista, y que lo preside un sujeto
tan sectario y ayuno de escrúpulos como Cándido Conde-Pumpido, hay razones,
creo yo, para temer que la corte de garantías pueda avalar las exigencias de los independentistas catalanes y las declare como conformes a la Constitución. Aunque
se a martillazos.
En los clavos del ataúd del régimen del setenta y ocho.
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