Tengo una conocida a la que aprecio, que ha tenido una vida bastante dura, que se define a sí misma como atea, roja y del Barça. Es, por tanto, perfectamente comprensible que no hablemos de política, porque es casi seguro que discreparíamos.
Sin embargo, a principios de este
mes coincidimos en un punto, que es el que da título a esta entrada. Naturalmente,
coincidimos por motivos, si no opuestos, sí completamente diferentes.
Para ella, el psicópata de la
Moncloa era poco rojo. Para mí es un peligro para la unidad de España
como no se ha visto desde hace al menos un siglo, y con menos escrúpulos
morales que Hitler y Lenin juntos.
Naturalmente, enseguida empezamos
a discrepar, por lo que opté por cerrar la boca y dedicarme a mirar la glicinia
sobre nuestras cabezas…
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