No voy a entrar en quién atesora más maldad, si el bobo solemne o el psicópata de la Moncloa. Lo que sí está fuera de toda duda es cuál de los dos dice las tonterías más gordas: ahí, el pucelano gana de calle al madrileño.
Primero empezó diciendo que el
mundo no pertenece a nadie, salvo al viento. Justo después, o justo antes,
afirmó que tras dejar la presidencia del gobierno de España se dedicaría a
contar nubes, actividad de la que, a lo que parece, se cansó pronto, porque
empezó a enredad a uno y otro lado del Atlántico.
Y en la pasada campaña electoral
soltó una retahíla de vacuidades que le hacen pensar a uno si habría ingerido
alguna sustancia alucinógena o estupefaciente (aunque su estupidez, de partida,
ya era considerable).
El infinito es el infinito; el universo es infinito muy probablemente. No cabe en nuestra cabeza imaginarnos cómo es el infinito (…)pues bien, pertenecemos a un planeta, la Tierra, y a una especie que es absolutamente excepcional, que no hay en ningún sitio del Universo, que no podemos imaginar, ni las distancias (…) Somos el único sitio del Universo, del Todo, si es que podemos concebir el todo, donde se puede leer un libro y se puede amar (…) un planeta asombroso, que ha logrado un sistema en el que la vida emerge y se mantiene. Lo estamos poniendo en riesgo con nuestra acción depredadora sin ser conscientes de que somos algo no infinitesimal; lo siguiente (…) la derecha derechizada y desquiciada niega el cambio climático. Allá ellos, nosotros cumplamos con nuestra misión en la Historia (…) ahí estamos nosotros, fanfarrones, sin mirar a la Tierra.
O sea, que el gaznápiro es ateo,
pero nos ha salido antropocéntrico y creacionista.
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