Lo malo de los postulados de la izquierda, por muy beneficiosos que en su aplicación pudieran ser, es que se dan de bruces con la realidad.
Tomemos el caso de los vehículos
eléctricos. Dejando aparte el hecho de que su fabricación es, por lo menos, tan
contaminante como la de los convencionales (vale, aquí me estoy tirando el
pisto, así que admitiré cualquier réplica fundamentada), el hecho es que su
precio resulta elevado y, además, no hay una infraestructura de recarga lo
suficientemente extendida como para generalizar su uso.
Lo primero no supondría demasiados
problemas para el sector público -ya sabemos que el dinero público, como dijo
la indocta egabrense, no es de nadie; o, dicho de otro modo, que tiran con
pólvora del Rey-, pero el segundo sí, porque los vehículos no se cargan con
buenas intenciones.
Y ahí tenemos al ninistro
Pequeño, que admite (y parece quedase tan pancho) que faltan puntos decarga para los vehículos eléctricos de la Guardia Civil, pero que se ponen poco
a poco.
Este debe creerse que los delincuentes van a esperarse quietos, mientras tanto…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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