De entre los ministros de interior socialistas, y mira que los ha habido despreciables, creo que ninguno se ha comportado de forma tan miserable con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado como el ninistro Pequeño.
Esto en sí ya sería vituperable,
pues -quizá con la única excepción de las Fuerzas Armadas-, nadie al servicio
del país se comporta con el espíritu de servicio y sacrifico que demuestran
policía nacional y guardia civil. No digo que las policías autonómicas no
tengan afán de servicio público, pero se han prestado demasiadas veces en
Cataluña y Vascongadas -o al menos sus mandos- a convertirse en correas de
transmisión de las consignas separatistas de las fuerzas políticas.
Pero es que, además, el citado
miembro del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer
proviene de la carrera judicial, otro colectivo que, en general, actúa siempre
de acuerdo y según el ordenamiento jurídico. Quizá es, como dicen las malas
lenguas, porque fue atrapado buscando satisfacer sus apetitos carnales de un
modo poco decoroso, pero el caso es que no recuerdo a político de los de la
mano y el capullo que les haya hecho tantas judiadas.
A principio de este mes saltó la
noticia de que, a la caza de multas de tráfico -que si hay que ponerlas, se
ponen, pero ponerlas por alcanzar una cuota o con mero afán recaudatorio
resulta repugnante-, había reventado los turnos de verano de los guardias civiles y éstos habían explotado.
Probablemente, dado el espíritu de sacrificio de los miembros de la Benemérita, la sangre no llegue al río. Pero mucho están tensando la cuerda desde el ministerio del Interior…
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