Se acusa a John Ford de racista, o al menos de dar un enfoque racista en sus películas del Oeste. Esto se aplicaría especialmente en relación con los indios (actualmente llamados nativos americanos), que incluso cuando aparecen incidentalmente -como es el caso de El sargento negro, película de la que hablaré en otra entrada de esta serie- son los malos o, al menos, de los malos.
En su descargo, podríamos decir
que era, salvo honrosas excepciones, lo que se solía hacer entonces. La época de
los westerns de tipo reivindicativo o revisionista todavía
no había llegado, y faltaba aún mucho para Bailando con lobos (que tampoco
es que sea para tanto, aunque supongo que se llevó tanto premio por ser
políticamente correcta).
Por ello, tiene mayor mérito una
película como Cheyenne Autumn, que reivindica el éxodo que parte de esta
tribu emprendió hace siglo y medio para evitar morir de inanición.
Y, por una vez, el título en Hispanoamérica
(El ocaso de los cheyenes) es mucho más ajustado al título original
inglés (y al sentido de la película) que el título que se le dio en España, que
es El gran combate.
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