Los apologetas de la participación del partido de los terroristas en la vida política española, en pie de igualdad con las demás formaciones, suelen decir que la banda terrorista de ultraizquierda resultó vencida (falso, fue al contrario), que ya han pagado sus crímenes (más falso aún en la mayoría de los casos) o que, simplemente, el permitirlo es una muestra de tolerancia y de respeto a otras opciones políticas.
Sin embargo, es mi opinión que en
democracia no todo vale. Porque si todo vale, se pueden utilizar los propios
mecanismos del sistema democrático para desmontarlo desde dentro, como hizo
Hitler o como hacen actualmente todos los populistas, de Chávez a Trump pasando
por Pablo Iglesias… o por el psicópata de la Moncloa.
Pero, volviendo al tema con el
que comenzaba la entrada, ETA y Bildu son una cosa y la misma. La prueba es que
no condenan los atentados terroristas ni la violencia, más que con la boca
pequeña o equiparándolos a la actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad
del Estado. La prueba es que incluyen en sus listas electorales a terroristas
convictos y confesos que no se arrepienten de sus crímenes y que incluso se
muestran orgullosos de lo que hicieron. La prueba es que cada vez que uno de
esos miserables y cobardes asesinos sale de la cárcel, le montan un homenaje en
su pueblo.
La prueba, en fin, es que han impedido que la asamblea legislativa navarra recuerde a Miguel Ángel Blanco, asesinado por gente como ellos. Por gente de ellos.
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