Los jueces y magistrados deben, por definición, ser imparciales en el desempeño de su labor. Esto no quiere decir que no tengan ideas propias, incluso ideología, pero deben dejar unas y otra aparcadas a la hora de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado.
Cuando esto no ocurre, cuando son
parciales por amistad íntima o enemistad manifiesta en relación con alguna de
las partes, o cuando tienen interés en el asunto, caben dos posibilidades: o
son lo bastante honestos consigo mismos para darse cuenta de ello, y se
abstienen de conocer, o siguen en sus trece, en cuyo caso la parte que se
considere perjudicada (la que se podría considerar beneficiada serían tan tonta
como honrada si alzara la patita) puede recusarles.
En el caso del presidente del
Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido, a la parcialidad va unida la
desfachatez, puesto que poco antes de las elecciones generales manifestó, y se
quedó tan pichi, que mientras fuera presidente, Vox no ganará ningún recurso de amparo, ni de inconstitucionalidad.
Puesto que es evidente que no
piensa abstenerse -no lo ha hecho hasta ahora, no veo por qué iba a empezar-,
si Vox planteara cualquiera de los dos tipos de recurso -cosa que tras las
elecciones no puede hacer, al menos en solitario, dado que obtuvo menos de
cincuenta diputados-, debería acompañar el escrito de interposición con uno de
recusación del presidente.
Por bocazas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario