A lo largo de los últimos cuarenta años, hay un montón de cosas que los regionalistas catalanes han querido conseguir. Bastantes de ellas las han ido obteniendo poco a poco, rascando concesiones de gobiernos centrales con insuficientes apoyos parlamentarios y menos escrúpulos morales.
De hecho, si los llamados partidos nacionales
tuvieran un verdadero sentido de Estado, se habrían puesto de acuerdo para no
depender de formaciones marginales (y digo esto tanto en el sentido geográfico
como en lo relativo al espectro político). Pero esa es otra historia, que trataré
en una reflexión atemporal dentro de algunas semanas.
A lo que iba. Todo lo que los secesionistas
catalanes no habían conseguido todavía están ahora en disposición de lograrlo. Porque
detenta la presidencia del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia
de padecer un psicópata con menos apoyos parlamentarios que nadie, y ayuno
completamente de cualquier tipo de cortapisa moral y ética. Por eso, que el
gobierno se abra ahora a conceder singularidades fiscales a
Cataluña no debería ser una sorpresa para nadie.
Esperemos, eso sí, que esto no acabe como
acaban las singularidades en física: engulléndolo todo…