Lo estúpido de la llamada corrección política ya se aventuraba hace cosa de un cuarto de siglo -por lo menos-, cuando salió adelante una edición de Huckleberry Finn en la que se habían eliminado todas las ocasiones en las que al esclavo huido Jim se le llamaba negro. Por mucho que se empeñen, en el Sur de Estados Unidos, hacia la mitad del siglo XIX, a los negros se les solía llamar negros. No afrodescentientes, no afroamericanos, no gente de color… negros.
Ahora, eso ofende los sensibles oídos
de algunos. No que actualmente se llame negro a un negro con el sentido
peyorativo que tenía entonces la palabra, sino que entonces se hiciera. Como ofende
a los mismos giliprogres Tintín en el Congo, Astérix en América o
Pocahontas. A propósito del tebeo francés, tengo una anécdota personal
que contar.
Resulta que, en Canadá, un grupo
de activistas ha promovido -y conseguido- llevar a la hoguera las tres obras
anteriores, por ofender a los indígenas. En el caso de Astérix,
consideran que sexualiza a una india, que aparece con escote y minifalda.
Pero resulta que ese personaje aparece en Astérix en América, que es una
versión de la película del mismo título, que a su vez es una versión de La gran
travesía… donde la india es más bien rolliza y con una falda hasta los
tobillos.
Cuando leí la noticia en
Facebook, no pude contenerme y escribí, como comentario, están majaretas,
estos canadienses. Cualquier persona con dos dedos de frente, una mínima
cultura y una miaja de sentido del humor se habría percatado de que era una
alusión irónica a la celebérrima frase de Obélix, la de estos romanos están
majaretas. Pero en Facebook parecen carecer de frente, de cultura y de sentido
del humor, porque me censuraron el comentario ya que, según ellos, incitaba al
odio.
Como dije en mi apelación (la cosa está aún en el aire), si mi crítica hubiera ido en serio, habría empleado palabras más gruesas.
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