Hay un refrán, creo, que viene a decir dime de qué me acusas y te diré de qué adoleces. Es una especie de trasunto ramplón de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.
Todo esto se resume en que
resulta bastante frecuente acusar a los demás de los defectos propios. Si eres
español, político y de izquierdas, ya no es frecuencia, es continuidad. Así,
ante la continua subida del recibo de la luz, el desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer pide empatía a las compañías
eléctricas.
Lo más curioso es que, por un
lado, tres cuartas partes de esas compañías ofrecen el kilovatio a coste cero
(probablemente esto tiene truco, porque me han explicado el modo de calcular el
precio de la electricidad desde el punto de vista de los proveedores y, aunque
no lo he entendido del todo, sí he pillado que la cosa tiene su intríngulis); y
por otro -aquí no hay truco ninguno- el gobierno se mete en el bolsillo entre seis
y siete de cada diez euros de la factura que pagamos.
Que pagamos todos.
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