Esta es una cuestión que puede plantearse con carácter general: ¿qué es preferible, poco y mejor o mucho y normal? En un sentido más restringido, me la planteé en relación a mis entradas en este blog.
Si uno repasa las estadísticas,
verá que empecé un poco al tran tran: diecisiete entradas en primer año, y la
misma cifra entre los dos siguientes. Al cuarto año alcancé una media de una
entrada al día -lo que, si consideramos mis circunstancias personales por aquel
entonces, no deja de tener su mérito-, y desde entonces no he bajado nunca
(salvo en 2.018, y sólo por dos) de las cuatrocientas entradas anuales. El colmo
fue el años pasado, cuando hice una media de más de dos entradas al día. Y este
año voy camino de superar esa marca con holgura.
El año pasado -y éste, claro-
hubo muchos días en los que no sólo doblaba, sino que incluso publicaba tres
entradas. El dedicar series separadas a la pandemia de la Covid-19 y al tema
catalán me permitía dedicar las entradas normales a otros temas y
así no tener una excesiva demora entre la fecha de la noticia y la de su
aparición en el blog.
Volviendo al tema de la entrada:
¿ha hecho esa proliferación de entradas bajar la calidad media de las mismas? No
lo creo. Aunque el tener que escribir dos y tres entradas al día -porque suelo
escribirlas de seguido, aunque las publique de modo que se repartan equidistantemente
a lo largo del día- me da (en principio) menos tiempo para cada una, el hecho
es que, después de todos estos años, parece que he desarrollado una especie de técnica
para poder escribir la entrada. Por otra parte, en cierto modo estoy siempre pensando
en segundo (o tercer) plano en las entradas, al tiempo que proceso las noticias
en modo blog, al igual que (ya lo veremos dentro de una semana) este
verano he empezado a procesar lo que veo en modo fotografía.
Y, dentro de todo, de vez en cuando me salen algunas entradas verdaderamente buenas. El escribir más entradas sólo aumenta la probabilidad de que salga alguna; porque, como suelo decir de mí mismo, digo muchas cosas graciosas, no porque sea especialmente gracioso, sino porque digo muchas cosas, con lo que la posibilidad de decir cosas graciosas se incrementa.
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