Cuando era pequeño y me empeñaba en no hacer algo, siendo yo el único perjudicado, mi madre solía citar el refrán que se fastidie mi capitán, que yo no tomo rancho. Algo parecido podría decirse de los secesionistas catalanes: con tal de no parecer que reciben alguna gracia o merced del resto de España, son capaces de pegarse un tiro en el pie.
Tomemos el caso de la ampliación del
aeropuerto José Tarradellas (el verdadero nombre del aeropuerto de Barcelona,
aunque suelan referirse a él con el nombre de la localidad en la que se
encuentra), para la que el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia
de padecer iba a aportar una buena cantidad de dinero, lo que le permitiría
poder competir con el aeropuerto de Madrid.
Pues bien, la cosa se canceló por
la oposición tanto del consejo regional de gobierno como de los neocom. Algo
que se entiende en el caso de los primeros -mal, pero se entiende-, por la ya
citada aversión a reconocer que se debe algo al país al cual pertenecen, pero
que resulta abracadabrante en el caso de los segundos, puesto que al fin y al
cabo forman parte del ejecutivo nacional.
Podría argüirse que al tener las
izquierdas una estructura federal, la sensibilidad en Cataluña cabe que
fuera diferente a la que hay en Madrid. Lo que ya resulta más sorprendente es
que una ninistra nacional -la Yoli- se pusiera del lado de los
catalanes, señalando que desde los despachos de Madrid -uno de los cuales ella
ocupa desde hace ya tiempo- las cosas no se ven igual que desde Cataluña.
En cuanto a la justificación
aducida por los golpistas y compartida por Begoño II, ha sido la típica pamema
ecologeta. Que quizá tenga fundamento, no lo niego, pero que ya suena a
manida. Y mientras, Madrid -ahora sí, la región-, prosperando.
Luego que no se quejen…
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