Este verano, sobre todo en la segunda parte de mis vacaciones, se me ha despertado la vena fotógrafa. Entendámonos, siempre me ha gustado sacar fotos, y con la cosa de las cámaras digitales la cosa ha ido a más; pero no he sido de hacer fotografías, en el sentido de fijarme en el encuadre, la iluminación, esas cosas. Era más del tipo aquí te pillo, aquí te mato; de hecho, cuando me compré mi cámara actual, hace quince años, lo que dije fue me gusta hacer fotos, no sacar fotografías.
Sin embargo, poco a poco, he ido
desarrollando un cierto gusto por la estética, en el sentido de tomarme con
calma el apretar el botoncito. Es algo parecido, mutatis mutandis, a lo que me
pasa con el blog: igual que absorbo las noticias pensando en su posible
comentario en el blog, cuando veo un paisaje pienso en las posibilidades de
sacar una buena foto.
Y luego está el caso de la hija
de unos amigos, una chica a la que el talento artístico le rezuma por los
poros. Hasta dormida, desde que era pequeña sacaba unas fotos impresionantes.
Quizá por afán de emulación, o quizá porque para algunas cosas soy duro de
entendederas, he ido consiguiendo cosas que se aproximan ligeramente a lo que
hace esta chica.
O sea, que la conclusión es que
el artista nace (o se tiene talento, o no se tiene), pero que con trabajo se
puede conseguir un sucedáneo aceptable.
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