Leer éste, el último volumen publicado por Christopher Reuel Tolkien antes de morir, ha supuesto una mezcla de sentimientos.
En primer lugar, placer, como
cada vez que revisito la Tierra Media. Cualquiera que me conozca sabe que John Ronald Reuel Tolkien es mi autor favorito, y El Señor de los Anillos la
obra que más veces he leído (ocho en español y una en francés); pero, en
general, cualquier cosa perteneciente al legendarium tolkieniano me gusta.
Tolkien es también el autor que más he leído en inglés: de hecho, toda la serie
de la Historia de la Tierra Media la he leído en ese idioma, y me estoy
planteando seriamente hacer lo mismo con el decimotercer volumen, de próxima
aparición en español.
En segundo lugar, pena, porque con
esta historia se completa la trilogía de grandes cuentos de la Primera
Edad (siendo los otros dos las historias de Beren y Túrin; ahora que lo pienso,
siendo la Primera Edad una edad de elfos, por así decirlo, los personajes
principales de esos tres grandes cuentos son todos hombres). Ya no habrá
más versiones extendidas de lo que ocurría en Beleriand, y mira que hay
episodios para ellos.
En tercer lugar, lamentación por
el perfeccionismo de Tolkien, que nunca estaba contento con su trabajo y que
revisaba continuamente sus historias, cambiando cosas e incluso rehaciéndolas
completamente. Si todo el trabajo que dedicó a pulir su mitología lo hubiera
dedicado a producción original, tendríamos un corpus que empequeñecería la saga
de Canción de hielo y fuego. Y, en su defecto, tendríamos una versión extensa completa de las tres historias citadas.
Finalmente, rabia por lo malo de
la edición. Había leído que tenía defectos, pero hasta no leer el libro no lo
he comprobado. Párrafos repetidos, errores de bulto -recoger Falathrim
como un lugar, cuando en realidad es el nombre que reciben los elfos que vivían
junto a la costa de la Tierra Media, en las playas o falas-, erratas
aquí y allá… Con todos los traductores que se recogen en la edición, ya podían
haber dedicado un poco más de cuidado a corregir esos defectos.
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