martes, 28 de septiembre de 2021

Reflexiones atemporales LXX - La mala educación

Supongo que, de unas cuantas generaciones para acá, lo que voy a decir habrá sido una constante: la educación -tanto en el sentido académico como en el de urbanidad- no hace sino ir a peor.

Empezando por lo académico, en la época de mis padres había, en la educación preuniversitaria, varios controles intermedios (las reválidas) que aseguraban que el alumno tuviera los conocimientos suficientes para poder asimilar los posteriores. Ya en mi época habían desaparecido las reválidas, pero al menos no se podía pasar de curso con más de un cierto número de asignaturas suspendidas (para las que, además, tenías dos oportunidades, Junio y Septiembre).

Ahora, en cambio, no se ponen notas -o hacia eso parece encaminarse la llamada ley Celaá, a lo que parece-, para no estigmatizar al alumno. Es decir, no hay que decirle a un alumno que es un burro… aunque lo sea. Por otra parte, estoy convencido de que -salvo las lógicas excepciones- no hay alumnos absolutamente estúpidos: todos (o casi) podrían alcanzar un nivel mínimo si tenemos en cuenta sólo su inteligencia, y si no lo hacen es por pereza o por circunstancias externas (por ejemplo, lo que se llaman hogares desestructurados, o pobreza, o cosas así). Vamos, que quieren disminuir el ratio de suspensos eliminando la categoría.

En cuanto a la educación como urbanidad… ¡bueno! Si mis hermanos o yo hubiéramos dado a nuestros padres alguna de las respuestas que ciertos hijos actuales dan a los suyos, o tenido ciertos comportamientos, nos habríamos ganado un buen bofetón.

Y, llamadme antiguo, pero sería un bofetón bien merecido.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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