Una de esas frases acuñadas por mí -o versiones acuñadas por mí de conductas universales- es si vas a hacer algo mal, hazlo como Dios manda. O, como diría un conocido, con decisión y gallardía, y cierto punto de pragmatismo moderado. Es decir, esté bien o mal lo que hagas, llega hasta el final.
No me refiero a delitos, crímenes
o pecados, claro está, sino a cosas más generales. Para ceñirnos al tema de
esta entrada, es posible que Estados Unidos no hubiera debido meterse en el
conflicto de Vietnam… pero el hecho es que se metió. Y como no puso toda la
carne en el asador -aunque quizá el hacerlo hubiera supuesto emplear armamento
nuclear, lo que podría haber llevado una escalada, y a saber dónde estaríamos
ahora… si es que estábamos-
Por eso, cuando vi la noticia de
que las tropas estadounidenses empezaban a llegar a Kabul para evacuar diariamente a miles de personas, lo primero que vino a mi mente fueron las
imágenes de la evacuación de la embajada en Saigon. Casi medio siglo después, el
tío Sam está repitiendo el mismo error.
Quizá no le quedara otra salida,
puesto que si algo tiene Afganistán es que no ha sido conquistado jamás. Pero dejar
el país en manos de los talibanes es suicida. Los comunistas serán unos hijos
de mil padres, pero con ellos se puede razonar. Con los islamistas, no: son
unos fanáticos y, como tales, completamente irracionales.
Tiempo al tiempo.
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