Debo decir que me acerqué a esta serie con una cierta precaución (o sin demasiadas espectativas, para decirlo de otra manera). Por una parte, acababa de terminar (por tercera vez) Las guerras clon, serie que, como he señalado cada una de las veces que la he comentado, resulta relativamente adulta, en el sentido de que, si tenía que matar a un personaje, lo mataba y santas pascuas.
Por otra parte, esta serie está
encuadrada en lo que podemos llamar continuidad Disney, es decir, que
deja aparte el llamado Universo Expandido tal y como lo conocíamos todos
los que seguíamos la saga desde su comienzo.
Todo ello, como digo, no me predisponía
a favor de la serie. Por ello, me he llevado una sorpresa bastante agradable. Los
personajes evolucionan -y mueren, llegado el caso-, la historia no se estira
como un chicle (son sólo cuatro temporadas), aparecen personajes carismáticos
de las películas (Kenobi, Maul), de las novelas (Thrawn) y de la serie de Las
guerras clon (Ashoka, Rex), y se solucionan algunos cabos sueltos (de manera
bastante definitiva, cabría añadir… y los que vean la serie sabrán a qué me
refiero).
Por el contrario, hay dos cosas
que no me gustan, y las dos pasan al final del último episodio: el hijo de Hera
y Kanan (¿cuándo encontraron la ocasión para concebirlo, si no se besaron hasta
cinco minutos antes de separarse, como quien dice?) y el destino de Ezra, que -por
lo que sé- sigue todavía en el aire.