Aunque pueda parecer imposible, contrario a la lógica y a la semántica, siempre hay un tonto más tonto que el tonto más tonto.
Si ayer mismo decía que Cocomocho
resulta una figura entre patética y molesta para los que se sientan a la mesa
de bajada de pantalones, ahora resulta que el filósofo perico -me pregunto si,
haciendo honor a ese mote que le he puesto, hablará sin saber lo que dice, como
las psitácidas- le hace el juego al fugado y pide al desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer que extraiga lecciones
de su detención, reclamando que no se olvide la reforma del delito de sedición.
No, si acabaremos concediendo una medalla al bleferóptico con sobrepeso y a toda su patulea. Y si no, al tiempo.
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