Era algo que se veía venir. Si el Tribunal Constitucional -que parece empeñar en recuperar el prestigio y la estima que perdió nada más nacer- había declarado inconstitucional tanto el primer estado de alarma decretado por el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer como el cerrojazo parlamentario con ocasión del segundo, era sólo cuestión de tiempo que de la consecuencia pasara a la causa y declarara también inconstitucional ese segundo estado de alarma, así como el mecanismo de cogobernanza que el consejo de ninistros se sacó de la manga.
Mecanismo que no pretendía más
que, dijeran lo que dijesen, quitarse el muerto de encima (o los miles de
muertos, más bien) y endilgarles la responsabilidad a las comunidades
autónomas, intentando apropiarse el psicópata de la Moncloa y su cohorte (y su
corte) de inútiles de todos los méritos.
Por ello, y por mucho más…
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