martes, 26 de octubre de 2021

Reflexiones atemporales LXXIV – Doble rasero

Vamos a aceptar, a efectos del debate, que nazismo y fascismo son expresiones de la extrema derecha. En realidad, y por mucho que se empeñen tanto izquierdistas como giliprogres, ambas filosofías políticas brotan del mismo tronco que lo hace el comunismo: del socialismo.

Es quizá por ocultar este origen común que el pensamiento (seamos clementes y tomemos la palabrita en un sentido amplio) de izquierdas ha conseguido que se criminalice las citadas ideologías; y con razón, porque cometieron crímenes abominables y sus dirigentes se encuentran entre los mayores genocidas de la Historia.

Pero, ni de lejos, encabezan la lista. El comunismo, en sus diversas variantes, ha matado más gente, durante más tiempo (suma y sigue, en realidad) y en más lugares que los fascismos. Pero mientras que cualquier comportamiento liberticida es automáticamente tildado de fascista (tomemos como ejemplo el de la banda terrorista vasca de ultraizquierda, a la que se ha aplicado con frecuencia semejante calificativo… irónicamente apropiado, como se desprende de lo que he dicho antes, pero no aplicado con esa intención), y la exhibición de simbología nazi o fascista es objeto de (justo) vituperio, no ocurre lo mismo con las dictaduras de izquierdas, pasadas y presentes.

Así, uno puede mostrar la efigie de asesinos de masas -voy a limitarme a los difuntos- como Lenin, Stalin, Ernesto Guevara o Fidel Castro, y no pasa nada; o una formación política cuyo pasado no les interesa que removamos puede proclamarse hijo de la revolución rusa y defensores de Fidel y no recibir, en general, más comentario que ya están los comunistas con sus tonterías de siempre.

Pero si alguien se declara admirador de Hitler, Mussolini o Franco -por mentar al trío de la bencina del progretariado-, le caen las del pulpo…

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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