En estos momentos, la renovación de los miembros de ciertos órganos constitucionales -del que más se habla es el Consejo General del Poder Judicial, pero en el mismo caso se encuentra, desde el pasado verano, el Tribunal de Cuentas- se encuentra paralizada por la falta de acuerdo entre los dos partidos mayoritarios.
Con el absoluto dominio que
tienen de los medios de comunicación, el desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer ha hecho que cale en la opinión pública la
impresión de que la culpa de la paralización es del Partido Popular, que según
el psicópata de la Moncloa y su panda de inútiles se habría situado fuera de la
institucionalidad… sea eso lo que sea.
Esa impresión la percibo incluso
en parte (no todo) de mi círculo próximo; quiero decir, personas con un cierto
nivel de estudios, y más bien de derechas que de izquierdas. Según estas
personas, el PP debería bajarse de la burra y llegar a un acuerdo con el
PSOE.
Mi opinión es otra: hay gente con
la que no se debe pactar, nunca, nada. Y, desde luego, no bajo las condiciones
de dicha gente, entre la que se encuentran suciolistos, neocom, necionanistas
y recogenueces.
Mutatis mutandis, es algo que
Churchill entendió perfectamente en los años treinta: no cabía pactar nada con
Hitler… entre otras cosas, porque no se iba a atener a lo pactado, como
demostró palmariamente una y otra vez.
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