Cuando los neocom españoles se ven implicados, del modo que sea -insinuaciones, juicios, condenas-, en la comisión de ilícitos penales, su línea de defensa es, siempre e indefectiblemente, la misma: decir que todo es un montaje, una persecución, una conjura judeomasónica.
Así, cuando un antiguo jefe del
espionaje venezolano se ofreció a entregar a la Audiencia Nacional
documentación que comprometería al Chepas (es decir, que
demostraría, negro sobre blanco, aquello de lo que algunos estamos convencidos
prácticamente desde el principio: que se trata de un aspirante a dictador
comunista), los morados calificaron las acusaciones de basura de cloacas
(cree el ladrón que todos son de su condición).
Y cuando el diputado con el peor
aliño capilar de todo el hemiciclo fue procesado por propinar patadas a un
agente de la policía, la respuesta neocom ya rozó el surrealismo: se trataría,
nada menos, que de un montaje policial. Es decir, que el agente del
orden, con toda la mala idea del mundo, habría propinado un rodillazo en el pie
del representante electo y selecto.
Bueno, lo de selecto mejor lo obviamos…
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