En un sistema electoral como el español (me refiero, naturalmente, a las elecciones parlamentarias nacionales y, en menor medida, a las regionales en aquellas comunidades que tengan más de una provincia… que son las más), que prima la concentración del voto, es lógica la aspiración a, precisamente, unificar los sufragios en torno a una sola formación.
Esa es la teoría, claro está.
Luego está la práctica, con la que se suele dar de bofetadas, porque la
realidad es muy terca y no le gusta nada que anden aherrojándola, aunque sea
con postulados científicos. Y la realidad es que, como ya cantara Bruce
Springsteen hace más de cuarenta años
Poor man wanna be rich,
Rich man wanna be king,
And a king ain’t satisfied
'Til he rules everything
O, en la lengua de Cervantes y de
Pérez Galdós -y de Cocomocho y de Otegi, por mucho que les joda, que les
jode-, algo como
El pobre quiere ser rico,
El rico quiere ser rey,
Y un rey no está satisfecho
Hasta que lo rige todo.
Con esto quiero decir que, en política
-y más en la izquierda, y no digamos ya en la española, donde predican la
solidaridad y practican el egoísmo en su más etimológico sentido-, lo que prima
son las ambiciones personales. Todos quieren mandar, pero mandar sólo cada uno
de ellos. Lenin inició la tradición, y todos sus epígonos la han seguido con
fervoroso ardor. Al modo del gran visir Iznogud, todos quieren derribar al
califa, pero para ser ellos (cada uno, nada de órganos colegiados) un nuevo
califa, que de modo ineludible realizará todos los actos que criticaba en el
anterior. Lo hemos visto en los neocom y en los neoneocom, que de
criticar a la casta pasaron a cometer sus mismos pecados, corregidos y
aumentados, y con esa desfachatez sin parangón que les permite su pretendida y
auto concedida superioridad moral.
Por ello, el proyecto de Begoño
II (ya tengo mote para la susodicha, pero lo desvelaré dentro de dos
semanas, en una entrada que le va al pelo) de enterrar (política, que no
físicamente; en cualquier caso, la mierda siempre aflora) al Chepas y
levantar de nuevo a los neocom, reuniéndose con las formaciones de
izquierda que huyeron de Junior -formaciones creadas en torno al líder
ese o a la líder esa, lo que demuestra que todo es una cuestión de
personalismos- está condenado al fracaso. Como he dicho muchas veces, el poder -detentado
o con posibilidades de alcanzarlo- es el único aglutinante que evita que se
rebanen el pescuezo unos a otros; metafóricamente, pero no hace tanto tiempo
literalmente… e incluso estando en el poder lo hacían, por miedo a perderlo.
De hecho, lo único inteligente -en el sentido de realista, por contraposición a fantasioso- en todo esto es que, de momento, haya eludido al becario ubicuo: si bien tiene un aspecto de entrada menos repulsivo que su antiguo jefe de filas, por dentro eran y son exactamente iguales.
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