Cómo serán las cosas -o la de cosas que nos están pasando- que de lo que ocurrió hace un mes ya casi nadie se acuerda (yo, por lo menos, lo había olvidado hasta que ha llegado el momento de ponerme a escribir esta entrada), y de los que se acuerdan pocos podrían ponerle fecha con un mínimo de exactitud.
Hace un mes se produjo lo que los
medios de comunicación llamaron una marcha nazi por Chueca. Cayeron en
el muy común error de identificar ultraderecha y nacionalsocialismo, cuando
cualquiera con un poco de comprensión semántica sabe que el socialismo está en
la izquierda, por mucho prefijo nacional que lleve delante. Naturalmente,
los medios progres -y los altavoces del desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer- se apresuraron a proclamar que la marcha de marras
ponía de manifiesto la homofobia que anida en la sociedad española.
Como de costumbre, cuando la izmierda
actual mete la zarpa en cualquier cosa, queda de manifiesto su torpeza. Los
socialistas de hace unas décadas mentían lo mismo -izquierda y embuste vienen a
ser términos intercambiables-, pero lo hacían con un poco más de habilidad. A los
actuales les pillaría hasta un cojo.
Y aunque la fiscalía provincial
de Madrid -¿de quién depende el Ministerio Fiscal? Pues eso- anunciara la apertura de una investigación por si la marcha constituyera un delito de odio,
y aunque la delegada del desgobierno en Madrid alegara que fue engañada
con la marcha y rechazara dimitir (¿cómo quedaría eso en su currículo, teniendo
en cuenta los mentideros indican que estaría llamada a más altos destinos,
municipales o regionales?), ¿por qué se envió antidisturbios a una marcha
que no parecía lo que era?
Pues, porque como dijo Toni Cantó, porque sabían el tipo de consignas que se corearían en la marcha.
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