sábado, 30 de octubre de 2021

Predicar es una cosa; y dar trigo, otra muy distinta

Cuando no eran más que simples alborotadores callejeros -en el sentido literal de la expresión: metían ruido, y lo hacían en la calle-, los prohombres (y promujeres… ¿quizá propersonas?) neocom lo tenían fácil: les bastaba clamar contra las injusticias de la casta y prometer defender a la gente.

Pero hete aquí que la gente (o alguna de ella) se tragó su mensaje, les votó y les otorgó, por aquello de la aritmética de los escaños, responsabilidades de gobierno en las diferentes instancias territoriales existentes en España. Y entonces se toparon con la realidad, la gente por un lado y la nueva casta (porque, eso sí, se castificaron a toda pastilla) por el otro, y no les gustó lo que vieron. A los segundos, porque eso de trabajar es de estúpidos (sic, o poco más o menos); a los primeros, porque vieron que los segundos no eran más que una panda de charlatanes.

Y le gente, ya sin los directores de orquesta que orientaban el sentido de sus protestas, ha seguido ejerciendo el sano derecho al pataleo. Y tan pronto le reclaman a un ex vicepresidente el cambio y el progreso que prometió -teniendo en cuenta que los abucheos se produjeron en la fiesta de los paelocom, no se le puede acusar de adentrarse en territorio enemigo… teóricamente- como abuchean a la bruja piruja en una conferencia sobre vivienda… sus antiguos compañeros del activismo anti desahucios.

El Chepas, eso sí, se despachó a gusto y llamó provocadores a los que le increpaban. Se ve que, como con los escraches, sólo le gusta el jarabe democrático cuando él es el administrador, y no el paciente. Que de paciencia, todo sea dicho, parece tener bastante poca, por no decir ninguna en absoluto.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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