Los secesionistas catalanes han hecho tanto tiempo dentro de España lo que les ha venido en su real gana -con la complacencia, cuando no la complicidad, de los gobiernos nacionales- que han venido a creer que todo el monte es orégano.
Así, fuera de nuestras fronteras
también hacen lo que les peta, en parte porque cuentan con la anuencia de los países
en los que se encuentran -singularmente, Bélgica, que parece no haber olvidad
los siglos que estuvo bajo el dominio español- y la poca diligencia de las
autoridades españolas.
Pero, aunque al final no pase
nada, eso no quita para que, de vez en cuando, se lleven algún susto. Como el
que se llevó Cocomocho hace cosa de veinte días, al ser detenido en Cerdeña como consecuencia de la orden de búsqueda y captura dictada por el
Tribunal Supremo español.
Naturalmente, tal circunstancia -que, a lo que parece, pudo producirse porque el orate del corte de pelo inefable acudió a un encuentro de sardanas y folclore catalán- puso patas arriba la situación en Cataluña, donde nadie podía decir que se alegraba de la detención (un dolor de cabeza menos, tanto para ierreceos como para suciolistos).
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