Hace algo más de un mes fue noticia la supuesta agresión homófoba sufrida por un joven en Malasaña, que al parecer habría sido asaltado por un grupo de encapuchados que le habían grabado la palabra maricón a punta de cuchillo en una nalga... lo que me hizo pensar que vaya nalgas que debía tener el susodicho, para que en una sola le cupieran siete letras.
Cuando saltó la noticia a los
medios, la giliprogresía en pleno -el desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer, el maricón rojo que presenta en Telepingo un
programa para rojos y maricones (sic), los neocom…- se apresuró a poner
el grito en el cielo, clamando contra la teórica homofobia de la ultraderecha
-la izquierda tiende a olvidar que pocas figuras públicas han sido más
homófobas que su idolatrado Ernesto Guevara- y con el psicópata de la Moncloa anunciando
la convocatoria inmediata de la comisión de delitos de odio, comisión que sería
presidida por el mismo y de la que no se acuerda cuando los españoles no
secesionistas son atacados en Cataluña o Vascongadas (por ejemplo).
Pero todo resultó ser más falso
que los currículos de la mayoría de los políticos de izquierdas: el presunto
agredido se derrumbó ante la policía y acabó reconociendo que las agresiones fueron consentidas, y que si mintió fue para ocultar sus prácticas sexuales masoquistas a su novio.
¿En qué posición dejó eso a los
que habían alzado la voz contra la agresión? Pues el psicópata de la Moncloa y
el ninistro Pekeño (rojo y maricón este último) dieron la espantada tras
la reunión de la citada comisión, y tras apenas hora y media de reunión el Gobierno
enmudeció y se limitó a una nota de prensa anunciando que crearían grupos
específicos en la Policía y la Guardia Civil. Mientras, las fuerzas del orden
acusaron al citado ninistro de parapetarse tras ellos y montar un circo con el caso.
Y mientras, los neoneocom
anunciaron que querían trabajara para no estar espeluznados en un futuro por otro
delito, aunque éste no haya sido real. Ya puestos, que trabajen también para no
espeluznarse por las películas de terror, las historias de Stephen King y cosas
así.
Total, tampoco son reales…
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