Golpistas catalanes y socialistas comparten multitud de defectos. Uno de ellos es la tendencia, muy humana por otra parte, de acusar a los demás de aquellos rasgos de los que ellos mismos adolecen.
Así, resulta tristemente gracioso (mucho más triste que gracioso, claro está) que el separatismo acuse a Pablo Casado de prevaricar en nombre del
Estado por pedir la extradición de Cocomocho. Ellos, que llevan décadas
saltándose el ordenamiento jurídico a la torera, dictando normas injustas,
cuando no directamente inconstitucionales, y -en definitiva- haciendo siempre
lo que les sale de las narices, se encocoran porque alguien reclama cumplir una
norma jurídica.
Es como si la Pompadour se pusiera a dar lecciones de castidad.
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