La izmierda española tiene tal complejo de superioridad moral, o tanta desfachatez, que cuando se exponen sus vergüenzas (y tienen bastantes) a la luz pública, nunca admiten dichas vergüenzas: todo es una malvada campaña urdida contra ellos, seres puros e inmaculados incapaces de hacer nada mal.
Así, si -pongamos por
caso-, el exmarido de una consejera de un gobierno regional de izquierdas cometió
abusos contra una menor, y esa consejera ha encubierto los deleznables actos de
quien fuera su pareja, amén de entorpecer la acción de la justicia, cuando todo
eso sale a la luz no sólo no admiten los delitos, sino que achacan todo a un proceso de caza y captura de la extrema derecha contra la lorzana consejera
en cuestión.
Caza y captura, quizá,
pero porque se lo merece; pero de la extrema derecha, teniendo en cuenta que
tal ideología en España es residual -la izmierda patria llama extrema
derecha a todo lo que esté a su derecha-… pues como que no.
Y que me perdonen las alimañas por el título de esta entrada.
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