Hay malas lenguas que dicen que Begoña Gómez, la esposa del presidente del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, no es en realidad una mujer. Una mujer cisgénero, que se diría ahora; una mujer como Dios manda, una mujer de verdad, o de las de toda la vida, que dicen aquellos que, cuando dicen tal cosas, son tachados de fascistas e intolerantes, o de tránsfobos… sea eso lo que sea. Que es un maromo, un travelo, un tío... que mea de pie, vamos.
Para realizar tal
afirmación, las citadas lenguas acuden a multitud de justificaciones: unos
rasgos poco femeninos, una nuez muy protuberante, un pantalón ceñido que en la
entrepierna no muestra una depresión, sino más bien un bulto y no precisamente
pequeño (aunque, por otra parte, hay fotos en bikini en que dicho bulto,
teóricamente más difícil de disimular en tal situación, brilla por su
ausencia…). Maledicencias.
Por otra parte, si el consejo
de ninistros niega la evidencia y afirma que no hay problemas con Argelia,
mientras confirma que el sátrapa marroquí romperá su ayuno del Ramadán con el
psicópata de La Moncloa, y éste se queda lo justo en el país tras constatar que
el moro gurrumino no garantizaba la integridad de Ceuta y Melilla, resulta que Snachinflas
muestra una extraña afición a que le enculen, con lo que quizá…
…quizá Begoña sí que sea Begoño, después de todo.
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