La izquierda -al menos, la izquierda española- entiende el consenso, el llegar a acuerdos, en un solo sentido: que los demás, en general, y la derecha, en particular, se plieguen a sus exigencias. Si no lo hacen, serán tildados de intolerantes, de fanáticos, de radicales, de poco democráticos (o, directamente, de antidemócratas)… de fascistas. En esto, como en tantas otras cosas, son calcaditos a los separatistas regionales que hay en España.
Una prueba más -se me
dirá que puede haber un sesgo de confirmación, y no lo niego- es la reacción
del psicópata de La Moncloa al cambio de presidente del principal partido de la
oposición. Apenas aterrizado Núñez Feijóo en la planta noble de Génova, el
primer ministro del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer le exigió que abominara de las leyes de violencia intrafamiliar de Vox y se plegase a la renovación de los miembros del Consejo General del Poder Judicial antes del 12 de Julio próximo.
Si lo hace, dicen, el PP
habrá vuelto a la senda constitucional. Si no, seguirá en la crispación
estéril que, según ellos, ha caracterizado la política española en los últimos
años. Y esto lo dicen los del no es no, ¿qué parte del no no ha entendido?
A cambio, no aceptó ni
una de las propuestas económicas del partido que nos ha sacado de cada una de
las crisis en las que nos enterraron los de la mano y el capullo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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