Como con todas las demás repúblicas populares que en el mundo han sido, la China comunista no es ni lo uno ni lo otro.
No es una república porque el poder no lo ejerce un presidente, sino el Partido (sólo hay siempre un partido con mayúsculas, y es el que, con el emblema de la hoz y el martillo, hunde sus raíces en el pensamiento del filósofo judío alemán que vivió primero de su mujer -consultando las fuentes, quizá esto me lo haya inventado; pero, dado el carácter del barbudo personaje, si pudiera haberlo hecho, lo habría hecho- y luego de su colaborador literario).
Y no es popular porque, ni manda el pueblo, ni se preocupa de ni por él, ni es querida por el pueblo, como lo demuestra el que el pueblo se rebele cada vez que tiene ocasión, si la tiene.
Por eso, resulta bastante gracioso leer un
titular que hable de deriva autoritaria en China. Desde el gran
timonel, el rumbo ha estado trazado y bien trazado. Que alguien se haya saltado la norma del límite de dos mandatos al frente del país, o que humille públicamente a uno de sus predecesores sacándole a la fuerza del congreso delpartido comunista, o que amenace a Taiwan con el uso de la fuerza no es en absoluto
una deriva o un cambio de rumbo.
Es más de lo mismo, corregido y aumentado.
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