Dicen que fue Manuel Fraga el que definió a un socialista como aquella persona capaz de sostener una cosa y la contraria. Alguno añadió tiempo después la apostilla de que, además, afirmaría que ambas cosas eran ciertas y progresistas.
Y esa esquizofrenia llega hasta nuestros
días. El psicópata de La Moncloa alerta contra el calentamiento global, pero si
no utiliza el Falcon para ir a comprar el pan es sólo porque no hay aeródromo
cerca de la panadería. Y mientras criminaliza las centrales nucleares,
negándose a prorrogar su funcionamiento, la franquicia extremeña de los de la
mano y el capullo admite que España no se puede permitir prescindir de la energía nuclear.
Átame esa mosca por el rabo, Antonio.
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