Cuando el golpismo catalán se encontraba piafante, el charnego separatista cuyo apellido retrata a la perfección su catadura moral alardeaba de que sería diputado el tiempo imprescindible antes de que su esquinita de España se declarara independiente, tras lo que se marcharía rápidamente allende el Ebro.
La independencia se
proclamó, pero la proclama fue efectiva tan poco tiempo que casi no les dio tiempo
a darse cuenta. Mientras, el charnego sigue en el palacio de la Carrera de San Jerónimo,
alternando las chanzas con las amenazas y, eso sí, cobrando el pingüe
estipendio que la cámara baja del Parlamento español concede a sus miembros.
Y, para acabar de
redondear la jugada, el sujeto se presenta como candidato, en las próximas
elecciones municipales a celebrar en la opresora España, a la alcaldía de Santa
Coloma… pero a condición de mantener su condición de diputado.
Y parecía tonto, el barbián…
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