La izquierda en general, y los comunistas en particular, siempre alardean de trabajar por las clases humildes, los desfavorecidos, el proletariado. En realidad, dada la radical ineficacia de sus recetas (de cualquier tipo: políticas, económicas, laborales, sociales… ineficaces para nada que no sea ruina, pobreza, miseria, hambre y demás desgracias) y la absoluta estulticia (o maldad, a elección, aunque no es infrecuente la coincidencia) de quienes las aplican, parece más bien que trabajan contra ellos.
No es de extrañar, por tanto, el resultado
que ha provocado la llamada reforma laboral de Egolanda. Mientras
ella va alardeando por ahí de la misma, la realidad es que la duración media de
los contratos se ha desplomado un veinte por ciento, bajando ya de cincuenta
días.
Para esta burra no necesitábamos alforjas.
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