La ministra Trujillo -a la que en su momento apodé como ApreTrujillo, por su defensa de unas soluciones habitacionales en las que un ser humano normal tendría dificultades para habitar, y que desde luego no solucionaban gran cosa-, a mitad de la década pasada, mostró un poco de sentido común -o una ausencia de ese sectarismo que parece congénito en la izquierda española-, criticando algunas posturas de su partido.
Sin embargo, parece haber perdido el oremus
-algunos dicen que por un mozo magrebí-, y hace un mes se descolgaba diciendo
que Ceuta y Melilla son irrenunciables para Marruecos -lo cual, bien mirado, es
una verdad como una mezquita de grande; otra cosa es que tengan derecho-, y que hay más libertad de expresión en
Marruecos que en España.
Que pruebe a decir algo en contra del comendador de los creyentes, y veremos donde hay más libertad, de expresión y de las otras.
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