En este país de locos, los que incumplen las normas se van de rositas, mientras que se sanciona a quienes tienen que soportarlos.
Es lo que ha ocurrido con un teleoperador
gallego, que arto de que un catalán se negara a hablar en español -único idioma
que todos tienen el derecho a utilizar y el deber de conocer-, le mandó a tomar por culo y le llamó independentista.
Para el Tribunal Superior de
Justicia de Galicia, resulta inaceptable insultar a un cliente. Pero mandar
a alguien a tomar por donde amargan los pepinos, por donde no da el sol, por
donde la espalda pierde su casto nombre, no es insultar. Y llamarle
independentista tampoco, salvo que ellos se insulten a sí mismos cuando se vanaglorian
de ser tales.
Por lo tanto, el teleoperador no hacía más que indicar a su interlocutor la dirección de su domicilio (por si acaso la hubiera olvidado), al tiempo que le describía del modo más conciso e inequívoco posible.
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